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Pascal Beltrán del Río, Columnista y escritor |
EXCELSIOR (Por Pascal Beltrán del Río).- La mañana
siguiente de las elecciones fui despertado por la llamada de una estación de
radio de Miami que quería conocer mi percepción sobre lo que había ocurrido en
las urnas.
Me
había ido a dormir, cinco horas antes, con bastante información y mucho
entusiasmo por los diversos fenómenos electorales que ocurrieron, por lo que no
me costó trabajo hacer un análisis.
Sin
embargo, una de las preguntas de mis interlocutores me dejó pensando: ¿Cómo era
posible –quiso saber– que después de tantas polémicas que ha enfrentado el
gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, el PRI hubiese obtenido tantos
votos?
Les
expliqué que el PRI es el único partido con una fuerza verdaderamente nacional,
pero también subrayé que no le fue tan bien como se esperaba. Las encuestas,
apunté, le auguraban 33 puntos y a duras penas rebasaría los 30. Y si
consideramos la anterior elección intermedia, el PRI seguramente acabaría
perdiendo seis puntos.
Los
días que han pasado han dado lugar a mucha reflexión y mucho análisis.
Se
ha hecho hincapié en la pérdida de fuerza que ha mostrado la partidocracia
compuesta por el PRI, el PAN y el PRD; se ha hablado de la exitosa
participación de los independientes; de cómo Morena logró más de 8% en su
primera incursión electoral, y el Movimiento Ciudadano triplicó su porcentaje,
en seis años, tras de haber postulado a buenos candidatos.
Todo
lo anterior es cierto, incluyendo lo que dije la mañana del lunes 8 a los
colegas de Miami. Sin embargo, vale la pena no quedarse con las estadísticas
generales e ir a ver qué sucedió en la elección en las entidades federativas.
Y
ahí –pese a que sé que el PRI le genera mucha animadversión a un importante
sector de mexicanos– hay que decir que el partido tricolor sigue mostrando
fortaleza.
Yo
sé que muchos dirán que la votación del PRI –11.6 millones de votos a nivel
nacional– es en buena medida producto de su aparato corporativo y su capacidad
de comprar sufragios.
Pero
mientras no se demuestre ante los tribunales electorales la comisión de actos
ilegales, esos votos se quedan y valen lo mismo que los de quienes los
emitieron con entera libertad.
Se
ha dicho que uno de los signos de la pasada elección es la pulverización del
voto. Lo que quizá hay que añadir es que el PRI es el partido que más se
benefició de esa situación el 7 de junio.
Veamos:
si tomamos en cuenta la elección de diputados federales, el PRI ganó la
votación, por sí mismo, sin contar los votos de su aliado el Partido Verde, en
20 de las 32 entidades del país.
Cuatro
de esos 20 estados los ganó con un porcentaje que se quedó por debajo de su
promedio nacional: Michoacán, Morelos, Tlaxcala y Veracruz (nuevamente aclaro
que estoy hablando de la elección federal, no de las locales).
En
Morelos, el PRI se llevó la mayoría de los votos en el estado con sólo 18.90%,
de acuerdo con los cómputos distritales. Es decir, le ayudó la atomización.
En
las 16 entidades restantes que ganó por su propia cuenta, el PRI obtuvo
porcentajes que rebasan los 29.18 puntos logrados a nivel nacional.
En
cuatro de esos estados –Durango, Coahuila, Tamaulipas y Yucatán– el porcentaje
del PRI a nivel estatal en la elección de diputados federales incluso se situó
por encima de los 40 puntos.
Se
ha dicho que el PRI necesita al Partido Verde para ganar. Si vemos las
estadísticas oficiales de la elección del 7 de junio, eso sólo ocurrió a nivel
estatal en cuatro entidades: Aguascalientes, Nuevo León, San Luis Potosí y
Tabasco.
Entonces,
si sumamos los estados que ganó solo y aquellos que ganó gracias a la suma de
sus votos con el Partido Verde, se puede decir que el oficialismo salió
adelante en 24 de 32 entidades federativas.
El
año que entra se renovarán 12 gubernaturas: Aguascalientes, Chihuahua, Durango,
Hidalgo, Oaxaca, Puebla, Quintana Roo, Sinaloa, Tamaulipas, Tlaxcala, Veracruz
y Zacatecas. En todas, menos la primera, el PRI obtuvo por su cuenta la mayoría
el 7 de junio.
Entonces,
antes de hablar de un derrumbe del PRI, los partidos opositores deberían
encontrar la manera de restarle votos en sus bastiones.