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Oaxaca (Antulio López).- Durante estos
años, en Oaxaca, se ha percibido que el Gobernador del Estado, Alejandro Murat
Hinojosa, ha querido que las cosas cambien en la entidad. A nivel nacional lo
han calificado como un mandatario inquieto, que mantiene cercanía constante con
los municipios y sus pobladores. Sin embargo, pese a su preocupación e interés
por que se combata la inseguridad, se realice la obra pública, se atienda a los
damnificados por los sismos y se distribuyan los programas; su gabinete, sus
aliados en la cámara de Diputados y los Presidentes Municipales emanados de su
partido político, ha dado muestras de inoperancia, ineptitud y prepotencia.
A
menudo es más fácil entablar una conversación con el propio mandatario estatal
que con alguno de sus Secretarios de Estado. El Capitán, José Raymundo Tuñón Jáuregui, Secretario
de Seguridad Pública de Oaxaca (SSPO), tiene más guardias y seguridad que el
propio Gobernador, quien llega solo y manejando su camioneta a los eventos. Tan
es así que, en la trifulca de la Costa, cuando como priista el mandatario fue a
recibir al candidato, José Antonio Meade, a sus guardias se les olvidó el
Gobernador, quien quedó en medio de la gente, mientras todos los políticos, que
se consideran “de primer nivel en Oaxaca”, ya estaban dentro del templete.
El
mismo Secretario de Seguridad, a menos de 15 días, contradijo al Gobernador, al
asegurar que en Oaxaca solo operan grupos locales y no cárteles de la
delincuencia organizada. Cuando Murat Hinojosa había declarado que algunas
muertes y ejecuciones registradas en la entidad, habían sido perpetradas por la
delincuencia organizada.
La
mayoría de las autoridades en Oaxaca han demostrado ser ineptos y
codiciosos. Muchos, pese a los graves
daños que dejaran los sismos en el Istmo y la Costa, prefirieron esconderse en
los tiempos de necesidad, para salir de sus escondites, ahora, pidiendo el voto
popular y otros más, permanecen en el anonimato, como el caso de quien se
presenta como encargado de la Secretaria de Salud, Donato Augusto Casas
Escamilla, pero que evita a toda costa el diálogo con los trabajadores o con la
prensa.