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EL FINANCIERO/ ENRIQUE QUINTANA
Una
tragedia como la que vivimos con la explosión de Tlahuelilpan nos debe dejar
lecciones. Sería terrible que no aprendiéramos como país de un hecho tan
costoso en vidas humanas.
A mi juicio, las siguientes
deben ser algunas de las lecciones.
1.-Debe
haber una difusión mucho más amplia y directa, incluso cruda, del alto riesgo
que existe en las fugas de combustible, que se han incrementado en los últimos
meses por el disparo del robo en ductos. Más de una vez habíamos estado ya al
borde de un hecho como el del viernes. El 12 de septiembre del año pasado, una
noticia pasó casi desapercibida a escala nacional: 7 colonias del norte de
Puebla tuvieron que ser desalojadas por una fuga de gas que resultó de una
perforación deliberada en un ducto. Por fortuna, nada ocurrió, pero el riesgo
fue enorme.
2.-En
Pemex o en las empresas que operen ductos debe haber absoluta conciencia de
que, ante contingencias, lo fundamental es preservar la seguridad. Queda la interrogante
de por qué ante una fuga de las proporciones que pudieron observarse en los
videos no se tomó la decisión inmediata de cerrar el ducto. Se supone que el
sistema SCADA permite detectar esas pérdidas. Hay protocolos bien definidos,
tanto en materia de respuesta técnica a esta circunstancia, como en materia de
seguridad. Es cierto, como dijo el secretario de la Defensa, que 20 elementos
no podrían contener a 800 personas. Pero para ello hay apoyo de policías
municipales y estatales. Debe quedar claro si fallaron los procedimientos.
3.-En
las comunidades cercanas a los lugares en los que hay robo de combustible se ha
generado una actitud de tolerancia o incluso complicidad con los criminales que
realizan dicho robo. Y, desde luego hay un desprecio a la autoridad. Por eso,
los exhortos verbales de los soldados a que la gente se retirara fueron
inútiles el viernes. Las crónicas describen a una comunidad regocijada por la
oportunidad de sustraer combustible. Vaya, no se trataba de los huachicoleros,
sino de un grupo de personas que quería aprovechar el daño al ducto para
sustraer algunos litros de gasolina. La tarea del gobierno no sólo debe ser el
crear oportunidades económicas para esas poblaciones, sino que se debe
reconstruir el respeto a las leyes.
4.-La
tragedia pone el acento en la necesidad de hacer todos los esfuerzos necesarios
para terminar con el robo en ductos. No sólo implica pérdidas para Pemex y el
país, sino riesgo muy alto para la ciudadanía. No comparto la visión de quienes
dicen que el uso de pipas será como tener bombas ambulantes. La realidad es que
casi la totalidad de las gasolineras recibe el combustible en pipas. Los ductos
no llegan a las estaciones de servicio. Los riesgos los tenemos ya. Pero pasa
lo mismo con el uso intensivo del gas LP en lugar de gas natural distribuido en
ductos. Lo que se requiere es cumplir las normas de seguridad, sea en pipas o
ductos. Es decir, evitar que la necesidad de apresurar el abasto vaya a
conducir a relajar esas normas.
5.-A
diferencia de la unidad que se generó tras los temblores de 2017, la tragedia
en este caso polarizó a la sociedad. Hubo quienes culparon al gobierno, a las
víctimas o al Ejército y hubo menos solidaridad. Hacer un diagnóstico adecuado
para tomar acciones que aseguren que no vuelva a ocurrir no implica perder la
empatía que requerimos ante el dolor de nuestros compatriotas.
¿Sabes que en la Zona Norte del Istmo de Tehuantepec
en cualquier momento puede ocurrir un hecho semejante?